viernes, 11 de junio de 2010

SÓLO PASABA


Ya amaneció.
El sol, tímido, se abre paso
por entre el verdor de los montes
mientras la tibia caricia
de un rayo atrevido
lame mi faz.
Las olas, en su eterno peregrinar,
van y vienen incansables
trayendo consigo olor a sal.
Absorta contemplo el beso eterno
entre el cielo y el mar.
Revolotean las gaviotas,
y con su batir de alas
y el eco de sus graznidos
a mi espíritu inquieto traen paz.

Allá en la arboleda
los pajarillos
en actitud reverente cantan
entonando sus letanías
con la llegada del alba.
El rocío mañanero
las flores baña
y estas, agradecidas
por el calor y el agua,
se abren majestuosas
llenando el aire
de su belleza y fragancia.
La brisa traviesa
me besa la cara,
juega con mi cabello,
lo despeina, lo enmaraña.

Y yo,
una simple espectadora,
sobrecogida,
me limito a dar las gracias
extendiendo los brazos al cielo
desde lo alto de una montaña.
¡Cuántos regalos he recibido!
Yo, que solo pasaba…

REMR
5/feb/2009

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