viernes, 8 de febrero de 2008

BESAR EL ALMA


Cuando calla la razón, cuando habla el corazón, se produce el más sublime de los milagros. Dejamos de buscar señales en los gestos y la piel, y entendemos que lo esencial es invisible a los ojos. A pesar de la lejanía, deja de existir la distancia; a pesar de la ausencia, se hace posible acariciar. Entonces empiezan a cobrar sentido cosas sencillas como una flor, un atardecer, una melodía… Sólo estando en ese trance, habitado únicamente por lo imperceptible, envueltos en el más profundo de los silencios, nos llega como un rayo, inesperado, envuelto en luz un beso al alma…

MI CUERPO CONJUGADO

El sonido relajante de una suave melodía invade mis sentidos. A la luz de las velas me voy desnudando lentamente, dando comienzo al milenario ritual. Con el pie izquierdo acaricio la suavidad de la alfombra mientras mis ropas van cayendo esparcidas por el suelo. Me meto en la ducha. Abro la llave del agua y me coloco de espaldas. Mi cuerpo se vuelve santuario. La caricia tibia y húmeda no se hace esperar. El agua va cayendo por cada centímetro de mi cuerpo. En su carrera vertical va mojándolo todo. Se escurre por mis cabellos, se desliza por mi espalda, se cuela en cada rincón... Se funde conmigo como un amante... me besa, me abraza, me posee. Cierro los ojos y me dejo poseer sumisa, silenciosa. El aire se impregna de olor a canela y miel. Cientos de diminutas burbujas van rodando convulsas por mi piel, ocultando por breves segundos mi cándida desnudez. Reclino mi frente contra la pared y respiro complacida y aliviada. Una vez más hemos sido uno. Una vez más se ha conjugado mi cuerpo con el líquido vital...