El amor, sinfín de veces
emula a la bella rosa,
que fragante y vanidosa
exuberante se ofrece.
A su víctima enloquece,
la cautiva, la enamora,
la caricia no demora;
la tentación prevalece.
Al contacto se estremece,
clava la espina traidora
hiriendo a aquel que la adora,
que por tenerla padece.
El amor que no perece
de la herida dolorosa
aprende lección valiosa
porque en el dolor se crece.
Y si dolor no apetece,
que al amor, cual mariposa
que entre las ramas se posa,
paciente se acerque y rece.
REMR
20/feb./2009
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