sábado, 12 de junio de 2010
INSPIRACIÓN
Le llamo, le ruego, imploro vehemente.
Que su presencia me urge, le explico,
que esta vez no me ignore, le suplico.
Intento retenerlo inútilmente.
Y cuando acepto resignadamente
y sus desdenes mansa melifico
y de mi vida su falta erradico,
su presencia me impone nuevamente.
Si se escuda tras un coqueto guiño
su indiferencia y abandono excuso
al poner cara de inocente niño.
Presto acaba lo que dejó inconcluso
y yo, feliz, a sus reglas me ciño.
Celebro porque hoy ¡regresó mi muso!
REMR
10/feb./2009
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